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Perú es tierra imperial. Es tierra de reyes.
Pero reyes más nuestros, más coloridos, más humanos, más cercanos a la Pachamama que al cielo.
Reyes como Pachacútec o como Gastón Acurio
Perú es tierra seca en Nasca, agua azul en Paracas, tierra alta en el Cusco, tierra húmeda y cielo en el Machu Picchu, mar y tierra en Lima y agua marrón en Iquitos.
En Perú uno se asoma a la cosmovisión andina en la que hay tres mundos en constante movimiento: el de las divinidades, que queda allá arriba y lo representan las aves; el terrenal, de los vivos, y el mundo de los muertos, que viven abajo, y lo simbolizan las serpientes. Pero también, de ese mundo subterráneo, y aquí aparece el concepto de dualidad, surgen los alimentos, como el maíz, tan usado en las culturas del antiguo Perú. Y también en la actualidad. En este viaje conocí el maíz que sirven como ingrediente con el pisco sour: se llama canchita, viene tostado y siempre dan ganas de pedir más.
Perú es un país donde lo ancestral, colonial y contemporáneo interactúan, como los tres mundos de la cosmovisión andina.
Fuimos a Lima, una ciudad donde ya no quedan deidades incas, pero en esta época se come como los dioses.
Volamos a Cusco, la capital del Tahuantinsuyo para ver cómo los conquistadores quisieron terminar con la gente y con las creencias construyendo sus casas y sus iglesias sobre las casas y los templos incas.
Recorrimos el Valle Sagrado de los Incas: Urubamba, Maras, Ollantaytambo y algunas más.
Subimos desde Aguas Calientes a Machu Picchu y desde la ciudadela hasta el IntiPunku o Puerta del Sol.
Sobrevolamos Nasca y sus geoglifos dejando para otros la creencia en alienígenas y aprendiendo que las líneas fueron hechas por nazcas y paracas con estacas y sogas entre los años 900 a.C y 600 a.C
Viajamos a Iquitos: la ciudad más grande del mundo a la que sólo se puede llegar por aire o por agua. Esa misma agua que conforma el Amazonas y se mete por mil ríos.
Y cuando nos vamos del Perú, nos vamos diciendo “hasta la pró
Pero reyes más nuestros, más coloridos, más humanos, más cercanos a la Pachamama que al cielo.
Reyes como Pachacútec o como Gastón Acurio
Perú es tierra seca en Nasca, agua azul en Paracas, tierra alta en el Cusco, tierra húmeda y cielo en el Machu Picchu, mar y tierra en Lima y agua marrón en Iquitos.
En Perú uno se asoma a la cosmovisión andina en la que hay tres mundos en constante movimiento: el de las divinidades, que queda allá arriba y lo representan las aves; el terrenal, de los vivos, y el mundo de los muertos, que viven abajo, y lo simbolizan las serpientes. Pero también, de ese mundo subterráneo, y aquí aparece el concepto de dualidad, surgen los alimentos, como el maíz, tan usado en las culturas del antiguo Perú. Y también en la actualidad. En este viaje conocí el maíz que sirven como ingrediente con el pisco sour: se llama canchita, viene tostado y siempre dan ganas de pedir más.
Perú es un país donde lo ancestral, colonial y contemporáneo interactúan, como los tres mundos de la cosmovisión andina.
Fuimos a Lima, una ciudad donde ya no quedan deidades incas, pero en esta época se come como los dioses.
Volamos a Cusco, la capital del Tahuantinsuyo para ver cómo los conquistadores quisieron terminar con la gente y con las creencias construyendo sus casas y sus iglesias sobre las casas y los templos incas.
Recorrimos el Valle Sagrado de los Incas: Urubamba, Maras, Ollantaytambo y algunas más.
Subimos desde Aguas Calientes a Machu Picchu y desde la ciudadela hasta el IntiPunku o Puerta del Sol.
Sobrevolamos Nasca y sus geoglifos dejando para otros la creencia en alienígenas y aprendiendo que las líneas fueron hechas por nazcas y paracas con estacas y sogas entre los años 900 a.C y 600 a.C
Viajamos a Iquitos: la ciudad más grande del mundo a la que sólo se puede llegar por aire o por agua. Esa misma agua que conforma el Amazonas y se mete por mil ríos.
Y cuando nos vamos del Perú, nos vamos diciendo “hasta la pró
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